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Avanzar hacia un mundo más sostenible requiere el esfuerzo de todos. La emergencia climática y de los recursos naturales supone un desafío para servicios esenciales como el agua potable y el saneamiento, que son clave para la sostenibilidad de las ciudades. Cuidarlos es fundamental para la salud de las personas y la preservación del medio ambiente.
El 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saneamiento (o del retrete), con el lema “Acelerar el cambio”. Todavía existen en el mundo 3.500 millones de personas que viven sin inodoros seguros y 2.200 millones sin agua potable. Los niños son los más vulnerables a la triple amenaza del agua insalubre, saneamiento inseguro e higiene deficiente.
Las Naciones Unidas (ONU) aprobaron en 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con el fin de erradicar la pobreza y garantizar unos servicios mínimos a la población mundial. Para que todo el mundo disponga de agua potable e inodoros seguros en 2030 —la promesa del ODS 6—, el mundo debe trabajar, de media, cinco veces más rápido en las metas de saneamiento, seis veces más rápido en las de agua y tres veces más rápido en las de higiene, según la ONU. En muchos países, el ritmo de aceleración debe ser varias veces superior a la media.
Acelerar el cambio con nuevas fuentes de agua: el agua regenerada
Basado en la disponibilidad de agua y en la innovación que supuso en su día el sifón hidráulico y las cisternas domésticas conectadas a una red de desagüe común, el saneamiento es un salvavidas que evita la transmisión de enfermedades y facilita la salubridad de los espacios. Es una piedra angular de la salud pública y desempeña un papel fundamental en la protección del medio ambiente.
El cambio climático, con los episodios meteorológicos extremos (inundaciones y sequías) y la subida del nivel del mar, puede dañar un sistema vital para las ciudades. El contexto actual de sequía y escasez de agua estructural en el área metropolitana de Barcelona obliga a buscar, y sobre todo, a implementar con urgencia soluciones efectivas y sostenibles. La Agencia Catalana del Agua (ACA) estima que el déficit hídrico actual en la región metropolitana es de 2 m3/s, equivalente a 60 hm3 al año. Un déficit que se duplicará en 2027 (4 m3/s y unos 125 hm3 anuales) y llegará a 6 m3/s en 2039 (aproximadamente 190 hm3 al año). Teniendo en cuenta que durante el 2022 se distribuyó un total de 217 hm3 de agua potable en el área metropolitana para satisfacer toda la demanda, esta región se encuentra claramente en una situación estructural de emergencia hídrica.
Aigües de Barcelona apuesta por nuevas fuentes como el agua regenerada, que es la que sale de las plantas depuradoras y se somete a un tratamiento adicional para ser apta para nuevos usos, como urbanos, ambientales, industriales o agrícolas. La compañía, un referente internacional en economía circular, regeneró 50 hm3 de agua en 2022, equivalente al consumo de agua durante un año de casi 1.250.000 personas. La regeneración permite no depender de la lluvia, disminuir la extracción de agua de los recursos superficiales y subterráneos (ríos y acuíferos) y también, muy importante, reducir la huella hídrica, ya que no es necesario transportarla de ningún otro lugar. El coste energético de la reutilización del agua regenerada es muy inferior al de la desalinización.
En la actualidad se está bombeando agua regenerada desde la estación de regeneración del Baix Llobregat aguas arriba del río hasta Molins de Rei para reutilizarla como agua prepotable. De esta forma, se aporta agua regenerada al río para que la planta potabilizadora de Sant Joan Despí la capte aguas abajo y la trate de nuevo para convertirla en agua potable y continuar el ciclo del agua.
Así pues, en una situación de sequía como la actual, el 19% del recurso hídrico corresponde a agua superficial (ríos, principalmente), el 23% a agua subterránea (pozos y acuíferos), el 33% a agua desalinizada y el 25% a agua regenerada; mientras que en un año normal, el 95% de los recursos de agua para la metrópolis de Barcelona están vinculados a la climatología, es decir, agua superficial y subterránea.
El colibrí es el símbolo del Día Mundial del Saneamiento de este año, utilizando una antigua fábula guaraní en la que este pequeño pájaro quiere apagar un gran incendio llevando gotas de agua en el pico. Un poderoso símbolo que muestra que nuestra acción puede ayudar a resolver un gran problema.
El cambio climático nos obliga a la sociedad y las ciudades a transformarnos para ser más resilientes y sostenibles. Para acelerar este cambio, todo el mundo debe hacer su contribución.