El blog d'Aigües de Barcelona

Además, por si no lo sabías, a diferencia del resto de los alimentos, que únicamente pueden controlarse durante el proceso de producción (hasta la salida de la fábrica), el agua se analiza también a lo largo de su almacenamiento y distribución, hasta llegar al grifo de los consumidores. Por este motivo, el agua de consumo se considera el producto alimentario más controlado del mundo. En los países de la Unión Europea, la calidad del agua de consumo está regulada por directivas que toman como base las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el ámbito español, la normativa se articula a través de dos leyes: el Real Decreto (RD) 140/2003, cuyo objeto es el control de 53 parámetros, y el RD 314/2016, para el control de la radiactividad en las aguas. El análisis de los 53 parámetros legislados que llevamos a cabo en el laboratorio de analítica avanzada de Aigües de Barcelona supone el control sistemático de 140 compuestos y microorganismos. Es así como determinamos la calidad microbiológica, fisicoquímica y organoléptica del agua que llega a tu hogar. Esto se complementa con el control de los parámetros radiactivos. En algunos casos, incluso llegamos a sobrepasar la norma con controles adicionales, con el fin de velar por la máxima calidad del agua. Calidad que a su vez es contrastada por diferentes organismos del Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya y los ayuntamientos, los cuales llevan a cabo controles paralelos de vigilancia sanitaria en las fuentes de abastecimiento de Cataluña, con el objetivo de comprobar que se cumplen todos los requisitos de la legislación y que el agua es totalmente segura para el consumo humano. La certificación ISO 22000 de seguridad alimentaria para la producción y distribución de agua para el consumo humano ratifica que el agua de Barcelona es un producto inocuo y con total garantía sanitaria. Ser la primera empresa española y de las primeras del mundo en obtenerla es una muestra de que en Aigües de Barcelona queremos que, cada vez más, el agua del grifo sea considerada un bien común, un privilegio.